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Quién vigila al vigilante
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Quién vigila al vigilante

Por Jorge Molina Sanz

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Cuando los partidos colonizan las instituciones, peligra la democracia

Esta mañana nuestros amigos querían abstraerse de la rabiosa actualidad, al primer sorbo de café el marino comenta:

—Vivimos momentos preocupantes en el que las noticias se suceden a un ritmo trepidante y un escándalo tapa y supera al anterior, hasta el punto de que se ha banalizado el mal y se normalizan situaciones que deberían producir sonrojo y repulsión. Cuando se da esta condición las causas son múltiples y suelen implican a diferentes estamentos del Estado que, aunque se intente acallar y encubrir, al final la podredumbre aflora y rebosa la cloaca.

Las fuerzas del orden, una institución que investiga, sin protagonismo y en un segundo plano, aunque en los últimos tiempos parecen haber adquirido un importante protagonismo, aunque no siempre por sus resultados, sino también por algunas manipulaciones y enjuagues políticos. Por lo que la duda es si están en el candelero o en el candelabro.

Ahora, todos los días están en las portadas por los resultados de investigaciones de la UCO —Guardia Civil—, aunque no podemos olvidar a Pujol, aquel delincuente-presidente de la Generalitat, que se preguntaba qué era la UDEF —Policía Nacional (CNP)— que investigaba los escándalos de corrupción a diestra y siniestra, aunque en los últimos tiempos parece estar desaparecida.

Se podría pensar que se trata de descoordinación entre cuerpos, de las características de los delitos investigados, pero sotto voce, se vive una guerra, porque los jueces otorgan mayor credibilidad a la UCO que, aunque dependan de Marlaska, ésta actúa como policía judicial, bajo su instrucción directa y porque, soterradamente, reconocen que la UDEF está cada vez más condicionada políticamente.

La profesora asiente y comenta:

—Errores en una investigación puede haber cualquier cuerpo. Investigan temas complejos y subrepticios, pero desde hace ya tiempo la UDEF ha sido protagonista de acciones que le han puesto el foco por resultados incomprensibles que no se alinean con la consideración de institución profesional y eficiente que ha tenido dentro del seno de la Europol.

Entre los temas recientes, en 2023, está la desaparición de pruebas clave en el caso «Tito Berni», que salpica a exdiputados del PSOE. Los móviles que contenían el material probatorio desaparecieron de una comisaría de la policía en Canarias. Se evaporó la cadena de custodia, nadie parece responsable de nada, ni nadie ha dimitido.

En 2022, el ministro del Interior Marlaska —cada vez menos grande— desmanteló OCON-Sur, la unidad de élite de la Guardia Civil que lideraba la lucha antidroga en Europa que, en cinco años detuvo a más de 10.000 traficantes e incautó 1.400 toneladas de droga. Todo un éxito.

El jefe de esa unidad fue investigado por la UDEF y acusado de irregularidades a partir de informes falos elaborados por la CNP. Hoy hay imputados por supuesta creación de pruebas falsas.

Se sacrificó una unidad que funcionaba y que había arrinconado a los capos de la droga del campo de Gibraltar. Se penalizó la eficacia en la lucha contra el narcotráfico por motivos políticos u otros inconfesables. Marlaska no ha dado la cara, sólo excusas y eufemismos.

En 2024, vimos como una narcolancha, en Barbate, embistió a una zodiac del GEAS, provocando la muerte de 2 guardias civiles. No entremos en la relación causa-efecto.

Añade el marino:

—Se ha establecido un modus operandi diferente, ni se molestan en fabricar coartadas, basta con que no aparezca la prueba, asunto enterrado y la opacidad como estrategia. Más barato que la propaganda y más eficaz que la censura.

En 2006, en el segundo mandato de Zapatero, se produjo el caso Faisán, el entonces ministro del Interior, Rubalcaba, filtró una operación policial contra el aparato financiero de ETA. Casualmente —si es que existen las casualidades— el juez que instruía la causa era Marlaska.

Dos mandos del CNP fueron condenados por revelación de secretos, ahí se cerraron todas las responsabilidad, pero nadie asumió las consecuencias políticas.

Otra, con Zapatero recién llegado al poder —2006—, tras los atentados del 11M, la gestión policial de las pruebas levantó muchas sospechas. La mochila de Vallecas que apareció horas después en comisaría, la furgoneta con indicios poco claros, la cadena de custodia comprometida o las periciales contradictorias sobre el explosivo utilizado.

Un caso que instruyó un juez bajo una presión política insólita. Sin entrar en especulaciones y aunque la causa se cerró judicialmente, no se despejaron algunas de esas incógnitas esenciales, pero el daño a la reputación de la CNP estaba hecho.

Estos episodios encajan en ese patrón de instrumentalización política que llega a la CNP. Parece que no se está en casos aislados y menores. Todo apunta a un deterioro sistémico.

Cuando estas sombras de dudas se producen periódicamente, cuando se sospechas que la policía actúa a las órdenes del poder político, posiblemente estemos llegando a un momento delicado que debe llevar a una profunda reflexión.

La profesora comenta:

—Antes «las cloacas del Estado», se sospechaba que existían, pero se han institucionalizado y no escandalizan, hay un problema. Si se normaliza que ministros dirijan operaciones sin control, que mandos policiales respondan a lógicas partidistas, sin transparencia, ni neutralidad y si todo eso se asume con naturalidad; estamos ante un gran deterioro de la seguridad jurídica y la democracia.

La sombra de una policía al dictado del poder es demasiado peligrosa, cuando ocurre esto —veamos lo que acurre en las dictaduras—, dejan de ser fuerzas del orden al servicio de la legalidad, para pasar a ser fuerzas represoras.

El marino concluye:

—Si la sospecha se convierte en norma, si la ley pierde autoridad moral y desaparece el principio de legalidad, ya no nos quedaría un Estado, tendríamos una escenografía con himno, varias banderas y ninguna ley efectiva.

Mejor mirar la inmensidad del mar para no caer en la melancolía.

Jorge Molina Sanz

Agitador neuronal

[email protected]

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