La Guardia Civil ha llevado a cabo nueve registros realizados, en los que se han intervenido tres armas de fuego, más de veinte mil euros en efectivo, inhibidores de frecuencia, detectores de frecuencia, extractores de bombines, radiales, sopletes de oxicorte, etc.
La Guardia Civil, en el marco de la Operación Abrelatas, ha detenido en Madrid a siete personas, varones, de edades comprendidas entre 20 y 38 años, seis de nacionalidad española y una dominicana, que formaban la organización criminal más activa y especializada en el robo de cajas fuertes de entidades bancarias, cometiendo para tal fin otros delitos como el robo de vehículos y falsificación de matrículas para los mismos.
Igualmente, se han realizado nueve registros, ocho en Madrid capital y uno en la localidad de Humanes de Madrid, interviniéndose tres armas de fuego, más de veinte mil euros en efectivo, herramientas específicas para realizar los robos, tales como inhibidores de frecuencia, detectores de frecuencia, extractores de bombines y otras herramientas para la apertura de las cajas fuertes, radiales, sopletes de oxicorte, etc.
Las investigaciones se iniciaron en octubre del pasado año, tras detectarse un considerable aumento en el robo de cajas fuertes de entidades bancarias con el mismo modus operandi.
Las primeras gestiones ya indicaron que tras los robos se encontraría un grupo altamente especializado y cualificado, con gran movilidad geográfica, ya que habrían desarrollado su actividad delictiva en distintas Comunidades Autónomas del centro y norte de España, como Madrid, Aragón, Castilla La Mancha, Castilla y León, Navarra, Extremadura y Cantabria.
Tras el análisis de los indicios obtenidos en los escenarios de los robos, los agentes centraron sus investigaciones sobre un grupo de experimentados e históricos delincuentes, asentados en Madrid, con un amplio historial en delitos contra el patrimonio perpetrados en sucursales bancarias.
Una vez identificadas las personas que integrarían la organización, se establecieron sobre los mismos dispositivos de vigilancia, observando que los investigados adoptaban importantes medidas de seguridad, tanto en sus desplazamientos a pie como en vehículo, empleando también dispositivos de inhibición de elementos electrónicos, dificultando aún más su vigilancia.
Simulaban falsos saltos de alarma para despistar
La organización, compuesta por siete personas de entre 20 y 40 años, estructurada en dos células, estaba dirigida por una persona que era la encargada de distribuir las funciones y seleccionar los objetivos.
Primeramente, la célula encargada de la logística sustraía un vehículo todo terreno de alta gama, que era estacionado en la calle, en un lugar alejado al del robo para comprobar que no tuviese instalado algún medio de localización, y si este no era recuperado por las Fuerzas de Seguridad del Estado, se le proveía de matrículas dobladas, es decir, correspondientes a otro vehículo de igual marca, modelo y características.
El jefe seleccionaba la localidad, la entidad y la fecha para la comisión del robo, realizando un exhaustivo reconocimiento de las poblaciones donde se encontraban los bancos, vías de acceso, edificaciones próximas, posibles respuestas por parte de las Fuerzas de Seguridad, etc.
Una vez decidida la entidad y el día, se reunían en un lugar de seguridad establecido en las proximidades de sus domicilios, y en dos vehículos, el sustraído y otro legal, pero a nombre de otra persona próxima a alguno de los miembros, se dirigían hasta la localidad donde se encontraba la entidad seleccionada.
En la localidad, el conductor del vehículo legal distribuía a tres o cuatro personas para controlar los accesos de la localidad y otros puntos de observación, mientras que el vehículo sustraído, ocupado por el jefe de la organización y otras dos personas, se encargaban de la comisión del robo, dirigiéndose a la entidad bancaria, cambiando el bombín de la puerta de acceso y anulando las alarmas. Cuando llegaban las FFCCS o los encargados de comprobar la alarma, observaban todo correcto, dando el salto de alarma como un fallo del sistema.
Posteriormente, entraban con la propia llave del bombín sustituido, y ya con las alarmas anuladas, se dirigían a la caja fuerte, la que era forzada con soplete de oxicorte, radiales o martillo percutor, apoderándose del dinero. En la huída rociaban la oficina con los extintores de la propia entidad para intentar borrar sus huellas y se apoderaban de los discos duros del sistema de grabación.
Cometido el robo, regresaban a sus domicilios, guardando en un garaje alquilado el vehículo sustraído utilizado, para poderlo usar en otras ocasiones, aunque, si durante el robo habían tenido alguna incidencia, lo quemaban para no dejar huellas.
Antes de separarse repartían el botín obtenido, incluso si algunos de los billetes estaban quemados debido a las altas temperaturas soportadas en la apertura de la caja fuerte.
La investigación, dirigida por el Juzgado de Instrucción núm. 4 de Huesca, ha sido llevada a cabo por el Grupo de Delincuencia Organizada de la Unidad Central Operativa y la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Comandancia de Huesca de la Guardia Civil la Unidad de Seguridad Ciudadana (Usecic) de la Comandancia de Madrid y el Grupo de Reserva y Seguridad nº 1 (GRS) de Madrid.