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Argumentos espurios y relativismo moral
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Argumentos espurios y relativismo moral

Por Jorge Molina Sanz

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Este verano y la investidura nos regala unas cuantas perlas y opiniones dignas de mención.

Nuestro viejo marino se siente jovial y el café le anima a comentar:

—Lo que viene ocurriendo es apasionante y deja patente que esta sociedad no está en una época de cambios, sino que se ha cambiado de época. Escuchamos muchos despropósitos o razonamientos estentóreos que, por mucho que aparezcan en todos los canales mediáticos y redes sociales, sólo dejan una estela de incongruencias que importan a muy pocas personas o a otras que callan, parecería que el incremento paulatino de las desigualdades entre españoles, en función de la zona donde se viva, es un asunto menor, cuando este es uno de los principios básicos de la democracia: «la igualdad en derechos y deberes de todos los ciudadanos».

Se confunde la libertad, cada vez más escasa y dirigida, con el todo vale y estas nuevas reglas del juego son espurias y muchos de sus argumentos infumables.

Ciertamente hay muchos ejemplos fácilmente rebatibles, que quedan aparcados y blanqueados por la «nueva política», para que mediáticamente cobren carta de naturaleza y se incorporen a la normalidad bajo eslóganes vacuos, como avances, progreso, normalización o modernidad.

La ministra Yolanda Díaz, esta mamporrera (en su segunda acepción de la RAE), de Pedro Sánchez antes de su periplo europeo, en relación con la ronda de partidos de Núñez Feijóo declaraba: «Esta es una posición errática que refuerza su soledad». Con ocho millones de votos a sus espaldas, parece una soledad muy multitudinaria, aunque lo que parece infumable y despreciable es esa crítica implícita a la corona por el mandato de Felipe VI, cuando el rey ha hecho es lo que técnicamente correspondía.

En esas mismas declaraciones desliza que: «el único gobierno posible, según los resultados del 23J, es una coalición del PSOE y Sumar que avance en la agenda social y territorial», una mentira propia de la irrealidad política comunista. Hay más fórmulas, empezando por una coalición de Estado de los dos grandes partidos para promovieran reformas que acaben con las distopías que se están viendo, empezando por acabar con un país rehén de un millón y medio de votos —eso no es respeto a las minorías, sino la dictadura de éstas—, poner fin a privilegios de unas regiones o terminar con la impunidad de políticos que pueden delinquir sin consecuencias.

Que forma tan burda de vender a los perdedores como ganadores y que tengamos políticos tan abyectos y tan lejos de aquello que atribuyen a Churchill: «El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones».

La joven profesora estaba escuchando atentamente al marino e interviene:

— La verborrea y declaraciones estentóreas vienen de muchos frentes y corroboran que estamos en una época diferente.

Desde el País Vasco el lendakari, Iñigo Urkullu, propone una «convención constitucional» para abordar el modelo territorial para avanzar en el «autogobierno vasco» y el «modelo plurinacional del Estado», mediante una «convención constitucional».

En definitiva, aumentar sus privilegios, crear más desigualdades, desarmar el Estado e incumplir, tanto el espíritu como su literalidad, la Constitución.

Dentro de la supuesta «normalización» y sin salir de Euskadi, tenemos a Arnaldo Otegui, condenado a diez años por la Audiencia Nacional por intentar reconstruir la ilegalizada Batasuna bajo órdenes de ETA, que ha sido su blanqueador y que en ningún momento han condenado, ni pedido perdón por todos los crímenes cometidos en democracia.

A este sujeto ahora presentan como un paladín de la democracia; un individuo que no tiene recato en declarar que «para que algún día España sea roja, republicana y laica, esa España tendrá que estar anteriormente rota».

¡Quien propugna romper España no debe estar en la política nacional!

En este trastoque no se queda atrás el independentismo catalán. El vodevil de Puigdemont o de ERC son ilustrativos.

La «desjudialización del ‘procés’», es una forma «pulcra» de propiciar que los políticos no respondan ante la justicia de sus delitos. Sus desmanes e irregularidades son «políticos y los juzga la política».

No sabíamos que robar, malversar o incumplir las leyes —las que los políticos promulgan—, sea sólo obligatorias para los españolitos de a pie, ellos los políticos, pertenecen a otro linaje y,no deben someterse a las leyes.

Ya en el 2015 Ada Colau decía lo de: «desobedeceremos las leyes que nos parezcan injustas» o aquello de: «para conquistar derechos, muchas veces ha habido que desobedecer leyes injustas» lo que abre un gran interrogante sobre la función de los políticos en un régimen democrático.

¿Quién determina que leyes son injustas? ¿Para qué nos sirve un Estado de Derecho?

Además, todos estos políticos ventajistas obvian que, si hay leyes que han quedado obsoletas, leyes que se demuestran mal elaboradas o inadecuadas, como la Ley Orgánica Integral de la Libertad Sexual, más conocida por la «ley del solo si es si», ellos son los que tienen la potestad de reelaborarlas.

Nuestro marino, con aspavientos, concluye:

—Si seguimos haciendo balance de perlas, argumentos espurios o relativismo moral al que hemos llegado, ni el café, ni la comida, ni la cena serían suficientes. Mejor terminar el desayuno, levantarnos y pasear un rato por la playa para desintoxicarnos.

Parece que hay temas que no tienen fin.

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