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El fracaso de la coalición Unidos Podemos abre una nueva brecha entre los partidarios de Pablo Iglesias y el sector errejonista

lunes 27 de junio de 2016, 18:08h

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Nadie oculta en Podemos que los cuchillos van a volver a volar en el seno de la coalición morada. Y es que el fracaso de la coalición Unidos Podemos reabre la brecha existente entre las dos corrientes imperantes en la coalición: los partidarios del secretario general, Pablo Iglesias, y el sector afín a su número dos, Íñigo Errejón.
Una herida abierta desde el debate para la investidura fallida del líder socialista, Pedro Sánchez, y cerrada en falso en aras de un «objetivo mayor», conseguir un Gobierno del cambio, que no se ha producido.

El castigo asestado por las urnas a la coalición, el más grande de estas elecciones, fue advertido y temido por el número dos del partido desde que Iglesias comenzó a coquetear con la posibilidad de ir en coalición con Izquierda Unida para dar el sorpasso al PSOE en la repetición de elecciones. En política «no todo son más dos más dos» o «hay sumas que pueden restar» fueron algunas de las frases que Errejón, contrario abiertamente a la coalición, comentaba a los periodistas en los pasillos del Congreso aquellos días, en los que llegó a anticipar incluso que la coalición no se editaría. «No queremos una sopa de siglas» insistió en varias ocasiones, subrayando que el éxito de Podemos se basaba en el discurso transversal para captar al votante harto del sistema, al margen de su ideología. La coalición con IU acababa con esa fórmula mágica y escoraba a Podemos claramente hacia un ideario político.

Iglesias no solo no le escuchó sino que le acalló pero ahora tendrá que afrontar las consecuencias de su estrategia fallida. A ojos de los errejonistas, España podría tener un Gobierno del cambio si Iglesias se hubiera querido entender con Sánchez y, en lugar de eso, el resultado del 26-J aumenta las posibilidades de un Gobierno del PP. Incluso en la sede de Podemos le han puesto nombre a la tormenta que se avecina, «la interna» la llaman, para referirse al choque de trenes que se avecina. Solo hay que fijarse en la cara de Errejón durante la comparecencia ofrecida ayer por la noche por Iglesias para imaginarse lo mucho que tiene que decir -sino lo ha dicho ya- al líder.

En todo caso, la conclusión clara que puede extraerse es que Pablo Iglesias como fenómeno televisivo ha tocado techo, como mínimo de momento.

El PSOE, ante una «reflexión»

Aunque, el líder de Podemos fue le gran perdedor de la cita electoral, los ánimos en Ferraz no son mucho mejores. Su secretario general, Pedro Sánchez, que llegó a verse como presidente del Gobierno tras el 20-D, anguanta el órdago que le lanzó Iglesias al conservar la segunda posición pero el ascenso del PP, invalida cualquier celebración por el mantenimiento de esa plaza. Peor aún, la pérdida de cinco escaños junto a la caída del que fuera su socio de investidura, Ciudadanos, alejan considerablemente sus posibilidades de alcanzar La Moncloa, a su vez, la mejor baza para conservar el liderazgo del PSOE.

Los socialistas abrirán ahora una reflexión interna y de ella «saldrá lo que salga», como ya anticipó a ABC el presidente del Congreso, Patxi López, una semana antes de los comicios. No faltan nombres que aspiren a ser sus sucesores pero el resultado de las elecciones emborrona el mapa porque el PSOE pierde en todas las comunidades autónomas, incluyendo Andalucía, el feudo de Susana Díaz y principal rival de Sánchez. Sin barones que puedan presumir de un liderazgo claro en las urnas, la sucesión del secretario general se complica.

Los resultados del PSOE son malos, sí; van a peor por tercera vez consecutiva, sí; pero ninguno de sus líderes territoriales puede sacar pecho, más bien, tienen mucho que callar. Todo apunta, pues, a que Sánchez gana oxígeno al menos hasta el congreso que los socialistas celebrarán una vez que se haya constituido el nuevo Gobierno.

Rajoy, reforzado

Mientras los otros tres grandes líderes tendrán que hacer revisión de estrategias, el resultado del 26-J despeja el horizonte de Mariano Rajoy para revalidar su posición como presidente del Gobierno. Como ocurría tras el 20 de diciembre, el nuevo Ejecutivo necesitará de un gran pacto, pero el ascenso incontestable del PP unido a la caída de sus rivales señala claramente el camino que quieren los españoles.

Y se difumina así la mayor amenaza que pendía sobre Rajoy: la promesa del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, de que no pactaría con él al frente, ya que el resultado del 26-J deslegitima aún más esta reivindicación. A nivel interno, el liderazgo de Rajoy es hoy completamente incuestionable.

Rivera, mantiene su liderazgo

A pesar de ser la formación que más escaños pierde en las elecciones, nadie en Ciudadanos pone en cuestión el liderazgo de Albert Rivera. La formación naranja era la que tenía más posibilidades de empeorar resultado en unas elecciones con olor a segunda vuelta y que amenazaban con polarizarse en torno a dos alternativas: PP y Podemos, y en las que la defensa del complicado espacio del centro era más ardua que en diciembre.

Y aunque con ocho escaños menos, 32, Ciudadanos gana influencia en la formación del próximo Gobierno ya que sus diputados son decisivos para que un Gobierno del PP salga adelante cuando tras el 20 de diciembre, con 40 diputados, no lo era. La aritmética parlamentaria deja estas paradojas.
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