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Triunfo por aplastamiento

Rihanna apostó por la desmesura sonora en un concierto grueso y sin matices, el único en España de su gira 'Anti'

viernes 22 de julio de 2016, 15:20h

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Era un espectáculo, quizás por su sencillez. En el centro de la pista apareció un escenario que brotó del suelo por arte de magia. Era blanco, como las luces de los teléfonos móviles que grababan a una figura menuda también vestida de blanco. Todo era blanco ante la masa negra del público. Era Rihanna y cantaba, todo potencia, gesto contenido, una balada, Stay, con la que comenzaba su concierto en el Palau Sant Jordi de Barcelona, único en España de su gira Anti. Llevaba la cabeza cubierta con una capucha que velaba su belleza mestiza, y solo al acabar la pieza retiró la capucha, mostró la melena, oscura, y se dejó aplaudir, gesto pausado de diva agradecida, por la multitud. Los móviles no cesaban de grabar, manchando la oscuridad con sus luces blancas. La reina comenzaba a reinar. Los vasallos gritaban.

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Todo indicaba en esos primeros compases lo que se acabaría confirmando a lo largo de la actuación: allí sólo estaba ella. Cantó Woo y sin llegar al escenario principal, llevándose todos los focos, se mantuvo como una individualidad. Estaba entonces montada en una especie de puente con los laterales traslúcidos que permitieron ver los muslos de la diva, enmarcados por unos pantalones con generosos boquetes laterales mientras las bases duras y oscuras de Sex With Me atronaban el recinto. Se contoneaba lasciva, segura de su sensualidad. Por fin el puente la depositó en el escenario, limpio, diáfano, y unos bailarines la rodearon para que Birthay Cake ya la mostrase como cabeza de algo: de una banda que tocaba por debajo del nivel del escenario, no fuera se diesen confusiones de jerarquía. Los músicos parecían esclavos castigados a solo mostrar su cabeza, pero ellos se vengaban mediante unos graves que cuartearían una plancha de acero.
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